Recibí una invitación por parte de un grupo de amigos, también dedicados a la fotografía. Ellos habían investigado sobre el lugar y tenían un itinerario perfectamente armado. Entonces no había mucho que pensar, Alaska es un lugar  que cualquier fotógrafo de naturaleza quisiera conocer.

El objetivo del viaje era fotografiar específicamente la flora y fauna del Parque Nacional Katmai, ubicado al sur de Alaska y reconocido por la gran presencia de osos pardos o grizzli.

Desde Santiago (con algunas escalas), aterrizo en Anchorage, la ciudad más grande del Estado y la menos poblada. Allí se concentra el patrimonio nativo del territorio. Esta ciudad, me recordó mucho a los paisajes del sur de Chile, con sus montañas alrededor, pero con el clásico estilo americano. Allí, nos abastecimos de todo lo necesario para comenzar una gran aventura.

Partimos en un avión de 30 asientos al pueblo de King Salmon, puerta de entrada a la Reserva de Katmai, y llegamos específicamente al refugio “Brooks Camp”, que solo tiene acceso en hidroavión, un clásico de Alaska.

Allí nos tocó acampar. Es la mejor alternativa,  ya que los alojamientos son extremadamente caros y además te limitan el número de días que puedes estar. Para poder quedarte allí, debes postular con muchísima anticipación. Es como ganarse la lotería. Los cupos en época de verano son pocos y se completan en un par de horas, porque Katmai es un paraíso, es tierra de osos.

Brooks Camp está ubicado a casi 500 km al sureste de la ciudad de Anchorage. El lugar puede definirse como un mundo en sí mismo, sin distracciones tecnológicas. Aquí no hay señal telefónica y tampoco Wifi. La entretención, son los juegos de mesa y las eternas conversaciones alrededor de un fogón. Emociona ver cada día a jóvenes voluntarios que esperan ansiosos cartas de sus familiares, para tener novedades. En este lugar me sentí muy bien, desconectada del mundo y en sintonía con la naturaleza.

El refugio cuenta con una cafetería, 16 cabañas con capacidad para 60 personas en total (donde solo se puede alojar dos noches como máximo) y un modesto camping en el que se permite estar hasta siete noches.

Desde allí, se puede caminar hasta el río Brooks, que queda a solo 1,5 km. El río es mundialmente conocido por su cascada de metro y medio, donde se reúnen en época de verano los osos grizzli, para alimentarse de salmones rojos después de la hibernación. Es simplemente alucinante.

Esta zona del parque cuenta con tres plataformas de observación: la plataforma del Río Inferior, que es la más cercana al lodge, la plataforma Riffles, desde donde se pueden ver mamás osos con cachorros, y la plataforma Cataratas, que tiene capacidad para 40 personas a la vez y está abierta desde las 7 AM hasta las 10 PM. Conviene madrugar y llegar temprano, para evitar la gran masa de turistas. Además, hay que considerar que para llegar a Brooks Falls, se deben caminar alrededor de 45 minutos a una hora. Esto a paso rápido, pero solo si tienes suerte de no encontrarte con un oso que te haga esperar en el camino.

Si bien el río y las cataratas son increíbles, ver a los osos como se agrupan ahí mismo, es inolvidable. Llegamos a ver hasta 22 osos en el área. Algunos de ellos relajados, como si estuvieran en un jacuzzi, otros saltando y otros buceando. Se levantan en dos patas, miran, huelen, gruñen y se persiguen.

Pero aunque se vean tiernos, los osos son salvajes y la norma de seguridad fuera de las plataformas es mantener una distancia de al menos 45 metros con el oso más cercano. Y esto no es tan fácil. Ellos vagan por todas partes,  en los senderos, en el camping, en la playa y afuera del baño del lodge. Es su casa, nosotros somos los invitados.

En esta zona 30 guardaparques (rangers), circulan constantemente, dictando posiciones de osos por radio e instruyendo a los visitantes a mantenerse quietos o retroceder si es que estos pasan a 10 o 20 metros. Los retrasos se llaman bear jams. Si es que hay alerta de osos, tienes que parar obligadamente, aunque te estés muriendo de hambre o vayas a perder un avión. ¿Vienes a ver osos o no?

Lo que más me llamó la atención de Alaska fue el entorno salvaje, la fauna y la amabilidad de sus habitantes. Recomendaría definitivamente el destino y volvería a Alaska sin dudarlo.

¿Qué me dejó la experiencia?

Aprender a vivir con osos y saber que hay reglas a las que nos debemos adaptar cuando estamos en su ambiente.  Por ejemplo, no correr si te encuentras con uno de ellos, darle espacio para que decida qué hacer, intentar caminar en grupos de tres personas e ir haciendo ruido, etc.

 La verdad es que es una experiencia muy adrenalínica, única e inolvidable.

Como colaboradora de Ladera Sur, este reportaje fue elaborado en conjunto, para transmitir mis vivencias en Alaska en busca de osos grizzli. Cada fotografía refleja la pasión por la naturaleza y la aventura, compartiendo los encuentros cercanos con estas majestuosas criaturas en su hábitat.